Memorias de España (I)

mislata

Después de más de dos años en Londres, cada vez que vuelvo a España tengo la sensación de vivir una situación de degradación general y de tener que ir olvidando aquellos recuerdos positivos que tenía de mi país.

Es por eso que he decidido escribir una entrada con aquello que he echado de menos en cada uno de mis viajes. Básicamente, decir, que cuando visito Valencia (cuando visito Santander es todo nuevo para mí) suelo ir a ver a mi familia, quedar con los amigos y pasarme por alguno de los antiguos trabajos a saludar.

Indudablemente, hay distintos niveles de cambio y por la propia forma de ser de los españoles, no se tiende a mostrar externamente las críticas o discrepancias con la situación actual si no es muy extrema. Eso sí, cuando un español empieza a quejarse, más vale escucharlo con calma.

Empezando por la ciudad, tanto en Valencia como en Mislata noté una degradación generalizada: servicios públicos como el transporte o la iluminación funcionando a medio gas, además coincidió con una huelga del metro.

Tal vez lo que más me sorprendió es que el alumbrado público no funcione como antes, al menos pude comprobar que en muchas calles solo estaban encendidas una parte de las farolas o una sí, otra no y cosas así. A lo mejor es que había demasiadas y al pagar ahora la luz, con lo que ha subido, se han dado cuenta.

En cuanto al tema trabajo, este viaje estuve en el Consorcio, hacia ya casi 3 años que no los veía, porque no he podido acudir a las comidas falleras. Es extraño comprobar como en la administración la situación es más compleja de lo que parece.

Es raro, pero este viaje las únicas críticas que he escuchado han venido de funcionarios o personas que trabajan con la administración, algo que choca bastante con el sueño del español medio hace unos años que era el ser funcionario.

Por lo demás, me alegra comprobar como mis amigos y familiares van ampliando sus familias. Lo cual es una señal de que las cosas al menos no van tan mal y que las familias y los círculos cercanos de amistades se han convertido en el principal apoyo de la gente.

Y, sin lugar a dudas, lo más positivo, estar a 20° en pleno diciembre, algo impensable por estas latitudes. Nunca llegue a pensar que echaría de menos el calor de Valencia, al menos en invierno.