Kamakura

Kamakura fue el primer contacto con el Japón no urbano. Sin rascacielos ni grandes aglomeraciones.

Es más, fue un choque bastante impactante, aunque Kamakura es conocida como una de las ciudades costeras más turísticas del país.

El encanto de Kamakura está en su zona de templos y los festivales que se celebran en los meses estivales.

Tuve la suerte de poder presenciar uno de esos festivales, aunque no acabé de entender muy bien el concepto.

En todo caso, son bastante pintorescos y puedes apreciar la amabilidad de la gente.

Aunque pueda parecer que Kamakura es una zona rural, en realidad vendría a ser el equivalente a Tarifa en España.

Es una zona turística, pero la gente vive en un estado permanente de relajación y despreocupación.

Desafortunadamente el aspecto metereológico no acompañó mucho y el paso de un tifón hizo que no pudiera visitar todo lo que quería ver.

Entre tormenta y tormenta pude visitar el templo Kōtoku-in donde hay una gran figura de Buda.

En las proximidades del hostal donde me aloje también había un par de templos.

En Kamakura, prácticamente hay templos por todas partes, aunque los más bonitos están en la parte oriental, intercalados en una zona boscosa.

Además de eso, las playas de Kamakura son bastante conocidas por los surferos, aunque con el mal tiempo tampoco es que pudieran disfrutarlo mucho.

Por supuesto, en las proximidades de la costa también pueden encontrarse algunos templos y cementerios.

Otro de los puntos fuertes de Kamakura es su gastronomía, al tratarse de una zona bastante turística se puede encontrar todo tipo de comida.

Mención especial para el curry vegetariano que pude probar allí y mi primer (y mejor) okonomiyaki de Hiroshima en tierras niponas.

Tal vez la única ventaja del mal tiempo es que al día siguiente para llegar a mi siguiente etapa por Japón tuve que tomar la pintoresca línea de tren Enoshima.

El tren de Enoshima es una línea eléctrica que serpentea por toda la costa desde Kamakura hasta Fujisawa.