Viena

La monumental capital austriaca fue la tercera parada del viaje por el corazón del continente europeo. No sé si ha sido coincidencia o no, pero una ciudad como Viena se merece ser descrita un domingo.

Siendo una ciudad de tamaño mediano, Viena ha sido reconocida como la tercera mejor ciudad del mundo donde vivir. No lo voy a negar, la capital austriaca tiene una amplia oferta cultural, zonas verdes en cada barrio, organismos internacionales como la ONU tienen alguna de sus sedes en la ciudad, está perfectamente comunicada por tierra, aire y el río Danubio y para que negarlo, en ella se grabó la serie Rex, un polícia diferente, lo cual ya le dá un nivel.

Volviendo a lo que pude ver por Viena, hay que decir que tiene un centro histórico bastante pequeño, que puede recorrerse a pie fácilmente. Claro, que sea pequeño no significa que en él no abunden los edificios monumentales e históricos.

En Viena me dí cuenta que necesito comprarme un objetivo distinto para la cámara, porque muchos de sus edificios no caben en las fotografías. Aunque parezca increíble es así, no hay sitio físico para hacer las fotografías.

El hotel donde estuve alojado se encontraba en el distrito II, así que estaba muy cercano al centro. Además se podía ir paseando al parque Prater, famoso por la noria instalada allí.

El centro histórico se encuentra rodeado por una avenida y en ella se pueden encontrar los edificios más espectaculares de la ciudad: el ayuntamiento, la universidad, el teatro nacional, la ópera, el palacio Hofburg (sede de la biblioteca nacional y varios museos) o los museos de Historia Natural y Arte e Historia de Viena.

La magnitud de los edificios no es descriptible con palabras y realmente abruman en su volumen, arquitectura y decoración. También son una muestra de la amplía actividad cultural de la ciudad: música, teatro, museos..

Otro de los elementos importantes de Viena, habiendo sido capital de un Imperio, son los palacios, lugar de residencia de los emperadores y sus familias. Viena además cuenta con palacios construidos por otros nobles que contaron con el favor de los emperadores.

En el primero de los casos, el ejemplo más claro es el palacio de Schönbrunn. Un formidable complejo que rivaliza directamente con el palacio de Versalles en París por sus jardines y dependencias, cuenta hasta con un parque zoológico. En el segundo caso, se puede visitar el palacio de Belvedere, con amplios jardines y un museo en su edificio principal.

No todo son edificios de corte neoclásico o romántico, en la isla del Danubio, se concentran un gran número de edificio sede de instituciones y empresas internacionales. Acompañadas del parque Danubio y la torre del Danubio, son un claro exponente de una arquitectura más moderna y funcional.

Y es que gran parte de la vida de los vieneses gira alrededor del Danubio y los distintos canales. Durante mi visitar, la selección nacional de fútbol se enfrentó a Alemania en el estadio del Prater y en las playas artificiales y bares de los canales no cabía ni un alma.

Por último, a la hora de la comida no hay que pasar por alto el plato típico austríaco: la carne empanada y por supuesto, las salchichas (las de queso están geniales) Los vieneses son unos expertos en pastelería y por supuesto, no hay que olvidar el famoso café vienés.