La segunda etapa del viaje me llevó a Bratislava, lamentablemente no es la ciudad que sale en la película Hostel, aunque se le parece mucho, sobretodo al llegar a la estación.
La capital de Eslovaquia tiene un bonito casco antiguo, pequeño, pero acogedor, con callejuelas estrechas y peatonales, terrazas y pocos turistas, lo que te hace sentir en un pequeño pueblo.
En la Plaza de Armas se puede encontrar el antiguo ayuntamiento, entre ésta y la catedral se encuentra la calle Michalská, que empieza con una torre y suele estar llena de terrazas o puestos de productos artesanales.
La catedral de San Martin parece una iglesia grande, aunque no llega a tener la majestuosidad de la catedral de San Esteban en Budapest. En la zona próxima al Danubio se pueden encontrar la ópera y distintos museos.
El castillo de Bratislava es un recinto amurallado que se situa en una zona elevada, al otro lado de una autopista y desde el cual se puede contemplar todo el centro de la ciudad y la otra parte del río Danubio, el barrio de Petržalka y el puente de Nový Most.
Una buena manera de observar todo el centro de Bratislava es utilizar Google Maps, ya que incluye fotografías de 45 grados.
Sinceramente, la ciudad me sorprendió porque no parece muy grande y es muy tranquila. Realmente, gran parte de la población vive en la otra parte del río y a pesar de ello la ciudad cuenta únicamente con 5 puentes.
Otra de las curiosidades de la ciudad, es que su término municipal linda con las fronteras de Austria y Hungría. Bratislava se ha convertido en los últimos años en un importante centro de IT, sobretodo desde que la empresa ESET se hizo famosa con su antivírus NOD32.
Como el traslado hasta Viena fue en barco, en la frontera austro-eslovaca se puede contemplar el Castillo de Devín, en el punto de confluencia de los ríos Danubio y Morava. Este castillo ha estado en uso desde el Neolítico ya que su posición permite controlar el comercio fluvial y por carretera del centro del continente.