Ayer se celebraron elecciones primarias en uno de los principales partidos políticos de España. Aunque la alternativa que propone el propio partido dista bastante de las necesidades reales de los ciudadanos, era aún mucho más preocupante que una de esas opciones fuera la que representaba la presidenta de la comunidad andaluza, donde ahora resido.
Ha bastado menos de un año para poder comprobar que Andalucía, lejos del paraíso que se anuncia en los vídeos turísticos y promocionales se parece mucho más a lo que hay al otro lado del estrecho que al norte de Despeñaperros. La comunidad andaluza ha sido gobernada por el PSOE desde el año 1982.
Durante todos estos años, a pesar de disponer de oportunidades que otras comunidades no han tenido, como la Expo’92 o infraestructuras como el AVE no ha sabido despuntar y colocarse a la cabeza en algún aspecto positivo. Es más, si por algo destaca es por sus altos indices de desempleo y corrupción.
Es decir, se ha creado un modelo de supervivencia andaluz que por lo visto era el que se quería exportar a toda España. Básicamente, contentar a la masa, con ayudas y pagas, fomentando el trabajo precario e ilegal. Nula inversión en infraestructuras más allá del tren que me lleva directo a la playa o al tablao flamenco desde el centro de Madrid.
Sistema educativo que obtiene los peores resultados el país que ya son de por sí, de los peores de Europa. Sistema sanitario deficitario, con pocos centros médicos, hospitales y sin recursos, con médicos desmotivados y faltos de medios.
Sinceramente, no voy a negar que shock de mudarme a Andalucía ha sido bastante grande y lamentablemente la disponibilidad de servicios, la falta de profesionalidad y el enchufismo propio de la zona no ayudan a mejorar la percepción sobre esta tierra y es por eso que me alegro porque el modelo Andalucía no vaya a ser la propuesta de un partido político para España.