Llega enero, el primer mes del año, un mes que todos nos tomamos con energía. Energía que se va diluyendo con el primer palo.. tu nueva nómina.
Si has tenido suerte y tu empresa ha sido amable (en España hay que estar agradecido ante esta amabilidad) repartirá algún beneficio teniendo el detalle de subirte el sueldo.
Si además, nos enfrentamos a una pérdida de poder adquisitivo por las continúas subidas de precios, será más que bien recibida.
El problema es que cumpliendo con la tradición, los impuestos y cargas fiscales van a subir. La subida no va a ir acorde con el IPC y al final, el que sale perdiendo es el mismo de siempre.
Así es como empieza el año en España, un clásico.
En seis años viviendo en el Reino Unido dupliqué lo que cobraba que ya, de inicio, casi duplicaba a lo que ganaba aquí.
Con mi vuelta, trabajando para una empresa extranjera, esperaba una progresión, no tan rápida, pero sí que se mantuviera constante.
Pues, ¿sabéis eso de que todo se pega menos la hermosura?
El régimen fiscal español no ayuda, pequeñas subidas no se ven reflejadas en el salario neto que recibimos los trabajadores. Así que parte de ese importe se va directo a las arcas estatales.
Al menos, pensamos, disfrutamos de una sanidad y educación.. Como hemos podido comprobar en estos dos últimos años.
Pero no pasa nada, si el Estado es solo el primero que mete la mano en el bolsillo del trabajador, no queramos verlo como culpable.
Ya se encargará de legislar para que otros, casualmente, de donde chupan los políticos cuando se retiran, nos esquilmen a posteriori.
Ahí está el precio de la electricidad, casi cinco veces más alto que hace un año. Y ojo, que encima nos permitimos el lujo de vender a Francia y Portugal.
Los alimentos, la gasolina, el transporte.. pero todos sabemos que el partido en el gobierno cumple, ese es su lema.
Cumple en la labor de engañar y tomar el pelo. Las alternativas, o se arriman cuando les conviene o profesan mensajes vacíos y populistas. No hay solución.
Y el español de a pie.. bueno, piensa que otros estarán peor y ese es su consuelo. El consuelo de cumplir su papel, de buen ciudadano.
Esta es la España de hoy, peor a cómo me la encontré cuando volví en 2016 y tan distinta a la que dejé atrás en 2010.