Hoy se cumplen, exactamente, quince días desde que empecé el confinamiento debido a la pandemia del coronavirus COVID-19.
Es cierto, que voluntariamente y por las noticias que iba leyendo me aislé en casa unos días antes que todo el mundo.
Aún así no pude evitar las aglomeraciones para ir a hacer las últimas compras.
Como vengo comentando las últimas semanas, esta crisis está mostrando lo peor de nuestro país:
- Gestores que no están a la altura.
- Una sociedad egoísta que va la suya.
Por supuesto, hay excepciones a esos dos puntos, las cuales son de agradecer.
Para dar soporte a esos dos puntos, a día de hoy, el Gobierno español sigue anunciando la llegada de material para los sanitarios.
Hace una semana que prometieron su compra, lamentablemente, esta situación está sobrepasando a los ciudadanos y los profesionales.
La crisis del coronavirus no es una campaña electoral donde puedes prometer, hay que actuar.
Las actuaciones de la primera fuerza de choque, que son los sanitarios, están siendo heroicas si analizamos los recursos, protocolos y gestión que están teniendo.
Mientras tanto, los políticos siguen haciendo de políticos, aprovechando cada momento para intentar atacarse unos a otros.
Los partidos sociales, aquellos que durante años han criticado la falta de recursos, se han encontrado con una bomba.
En lugar de gestionar, porque no saben, están atacando, entre ellos y a aquellos que han ofrecido su ayuda.
Una muestra más de algo que ha sido sello de identidad de la sociedad española durante siglos: la envidia.
Los partidos conservadores, que esquilmaron los recursos sanitarios del país durante años, se están guardando el ataque, pero van enseñando las uñas.
La carrera por tomar medidas se ha convertido ahora en una carrera por conseguir las protecciones y materiales necesarios para tratar a los enfermos.
De nuevo, cada comunidad, cada reino de taifa, ha tenido que buscar su camino.
Si hace una semana había que gestionar una crisis sanitaria, ahora se trata de hacer lo mismo con una logística.
Indudablemente, la demanda de ese tipo de materiales es brutal a nivel global. Y esa globalización ha hecho que las fábricas estén todas localizadas en el mismo sitio.
Además, no basta con querer comprar, hay que conocer como moverse en el mercado exportador chino.
Y en esas andan el gobierno central, las comunidades, empresarios y todo el que puede.
Mientras tanto, en casa, surgen ideas con las que paliar las carencias.
Esas ideas son un foco de esperanza, aún hay gente comprometida, responsable y solidaria.
Porque esa es la otra cara de esta moneda, la actitud de la gente.
Llevamos desde el catorce de marzo en casa y aún se producen más sanciones que contagios.
La gente no está mentalizada de lo que supone el aislamiento social y aún puedes ver como se abrazan o dan la mano por la calle.
Las colas en algunos establecimientos, como estancos, son vergonzosas, o los paseos a mascotas.
El concepto de bajar a la calle lo menos posible no va con muchos.
Esos muchos, que luego sí, a las ocho de la tarde salen a aplaudir.
O aquellos que cuando terminan sus paseos legales se dedican a acusar y perseguir a otros que seguramente tengan que salir a la calle por necesidad.
Lo dicho, la envidia es el deporte nacional de este país y ahora que no hay fútbol ha surgido con fuerza.
Ya no cuento los días que estamos en casa, si no los días que faltan para que nos digan cuantos días más tendremos que estar.
Si alguien piensa que el próximo doce de abril va a estar en la terraza del bar tomándose una cerveza, lo siento amigo, pero creo que estás muy equivocado.