Cada año, este día, suelo inventarme alguna historia con la que intentar engañar a los pocos seguidores que tiene esta bitácora.
Este año, va a ser una excepción, creo que las bromas quedan aparte, en un 2020, que ya de por sí, parece una broma de mal gusto.
Por eso, escribo esta entrada que creo va a plasmar la frustración y desánimo de muchos de nosotros.
Se podría decir con otras palabras, pintarlo del color político que más os guste o incluso gritarlo por la calle, pero es lo que ha pasado y ahí quedará para la Historia.
La crisis del coronavirus ha demostrado, primero, la inutilidad de la clase política que nos gobierna. Durante años, los ciudadanos hemos mirado hacía otro lado cuando nos llegaban noticias de los chiringuitos y despilfarros.
Ahora, hemos pagado las consecuencias. No ha sido únicamente que alguien se haya llevado el dinero público.
Se ha demostrado que muchos de los servicios públicos, los cuales nos vendían como los mejores del mundo, no han estado preparados para la crisis desencadenada por el coronavirus.
¿Los culpables? No los miles de trabajadores que están cara al público o tratándonos en los centros médicos y hospitales, ni tan siquiera los policías de los controles (aunque, indudablemente, hay de todo y muchos se dejan contagiar por lo que ven)
Como ya indiqué, antes de que todo ésto estallará, los gestores de las entidades públicas no han estado a la altura.
Muchos de ellos, para que ocultarlo, están puestos a dedo, destacan por ser los más indeseables e inútiles del lugar donde trabajan.
Todos ellos, en un país civilizado, estarían en las colas del paro, buscando trabajo.
A cambio, siguen en sus sillones, llevándose su sueldo cada mes. Mientras miles de españoles están sufriendo la dureza de la primera situación.
Pero esta crítica no se va a quedar en la administración pública y la desgracia de clase política que nos ha tocado sufrir.
Durante estos meses, he defendido a la masa de la gente, muchas veces acusada, por estos gestores públicos de parte de los males que nos afectaban.
Indudablemente, algo de razón tenían. Por eso a día de hoy estamos bajo una serie de restricciones y normas estúpidas, que existen, por esos estúpidos que no acaban de entender la situación.
Si la gente fuera responsable, no harían falta las restricciones de movilidad. Bien porque no se moverían o porque antes de moverse tomarían ciertas medidas.
A cambio, tenemos a gente preguntando si hay controles, rutas alternativas para entrar o salir de territorios cerrados, etc..
Eso es España, donde hecha la ley, hecha la trampa.
Trampa que todo el mundo busca, desde los propios políticos que aprueban las normas.
Hasta el típico macarra inculto de pueblo, que no sabe ni por donde escucha las ideas de cuñado que le hacen montar su propia realidad.
Y en esas estamos, en un día de Inocentes en el que, los que como yo, llevamos más de un año sin ver a nuestra familia, no estamos para muchas bromas.
Todo, por ser responsable, que luego este país te lo agradece como te lo agradece, con impuestos altos, clavadas de Hacienda y una serie de normas estúpidas.
Un país de tramposos, una trampa de país que te atrapa en su demoledora espiral de autodestrucción.
En todo caso, ¡Felices Fiestas!