Praga

La visita a Praga ha sido como volver a visitar a la familia. Todo sigue igual o mejor que hace 5 años. Realmente, Praga es una de mis ciudades favoritas y no me importa visitarla, cada vez que voy descubro algo nuevo.

En esta ocasión le ha tocado al barrio judio, una zona plagada de edificios clásicos, tiendas de lujo y alguna que otra sinagoga (para algo es el barrio judio) Por supuesto, no perdí la ocasión de visitar el Castillo de Praga atravesando antes el Puente de Carlos y el barrio de Malá Strana.

Se nota cuando se hace la visita con buen tiempo, ya que esta vez había un mayor número de dependencias abiertas y se podía atravesar todo el recinto. Otra de las citas ineludibles en Praga es bajar la Plaza de Wenceslao desde el Museo hasta la Ciudad Vieja.

Esta vez no hubo visita al Monte Petrin o el Castillo de Vysherad, pero si me reencontré con mi cervecería favorita, el Pivovarský dům. Por el camino descubrí más lugares interesantes donde degustar buena comida checa.

Tal vez lo mejor de volver a Praga de vez en cuando es contemplar como la ciudad ha cambiado pero sigue manteniendo su esencia. Para mí representa la ciudad gótica y oscura por excelencia.

Sobre precios, ha subido todo desde el año 2007, como en todas partes, pero sigue siendo soportable. Para hacer una comparativa, si cuando la visité viviendo en España me resulto barata, actualmente, esa comparación se podría hacer si la visita tiene su origen en el Reino Unido.

Casi por casualidad, pude beber absenta en la Ciudad Vieja, ya que el día de mi partida se prohibió la venta de alcohol con una graduación superior a 60 grados. Y entre tanto trasiego me quedó tiempo para volver a tocar el perro de la figura en el Puente de Carlos para volver a visitar la ciudad.